Qué vergüenza sentí cuándo por la pequeña pantalla exhibieran
la maniobra y desembarco militar de nuestro -otrora cuerpo de élite- en el
Puerto de Málaga para las funciones religiosas de su Semana Santa; descendiendo
como “coristas” por la pasarela del buque que los trasladó hasta la península
desde sus emplazamientos naturales en el otro continente -también en vías de
enajenar-: el amanerado descenso en cuestión, más se asemejaba a un escenario
del “Folies Bergère” que, a las marciales y austeras citas de otras épocas, y
no necesariamente belicosas. Si Millán Astray levantara la cabeza y viera para
lo que está sirviendo su idea militarizada de un cuerpo de choque y ayuda inmediata
al pueblo español, los rebajaría de empleo y sueldo desde el último recluta
pasando por los tres últimos presidentes de la democracia, hasta cuarto y
actual de la nación; por consentir de manera alevosa tan descarada
“des-masculinización” de la tropa y de los estamentos de este país.
¿Cómo hacerse respetar ante las hordas de activistas tan en
boga hoy? ¿A qué enemigo hacer temer con estas frívolas imágenes? Pues el antes
citado militar, ipso facto pondría en cuarentena a toda la chusma progre de la
política que avala la ambigüedad del sentimiento ideológico del tercer o cuarto
movimiento feminista, que tanto daño causara y vuelve a estar causando a este
idiotizado país, haciéndonos acreedores de necios e inadecuados
‘micromachismos’ que solo son una cortina de humo del fuego bolchevique.
¿A qué viene esta ingeniería de experimento social, cual
‘granja humana’ dirigida por la izquierda con la ayuda del feminismo
radical? A este no le interesa la
opinión de la mujer en esencia. Solo la industrialización de la ideología; la
destrucción de la familia, maniatar al individuo: la secta del feminismo la
dirige la izquierda radical española promocionando con osadía y desvelado celo,
la homosexualidad y el lesbianismo en colegios y programas televisivos para feminizar
al género varonil; minimizar su masculinidad, desposeerle de su natural
condición humana. Dislate de transgresión y profanación de la ley divina y la
concordia entre el hombre y la mujer.
Siempre acuestas con la homosexualidad
-que no siempre fue respetada por grupos trogloditas e intransigentes- más, no
da esto autorización moral ni cívica para la misandria; incompatible en la
lucha por la equidad que hoy galopa a lomos de un jaco dictatorial en un firme
y descarado acoso y derribo contra el varón, habitante de este suelo, sea o no
maltratador, acosador, violador, asesino o pederasta.
‘No corren buenos tiempos para la Lírica’, ni para un orden
cívico en este país donde se ha ido fraguando una miserable invasión general de
musulmanes, otorgándoles toda clase de asistencia socioeconómica, alojamiento y
poderes para votar en beneficio de políticos rateros, vagos e independentistas,
al más puro estilo nazi, arreciando su tormentoso odio hacia el resto de los
españoles, semejantemente a la tercera década del siglo pasado cuando tercer
Reich fue contra el pueblo judío. ¿hasta dónde habremos de llegar? ¿Han
preguntado a colectivos de la pequeña y mediana empresa (motores de la
economía) cuanto les perjudican estas libertinas e inapropiadas concesiones a
extranjeros, que sin orden ni concierto invaden con deslealtad, exentos de
modos, leyes e impuestos, en los andenes del comercio nacional; donde solo son
esquilmados los industriales
españoles por los buitres de
Hacienda? ¿Y al vecindario común ante la
inseguridad que estos acarrean con sus antagonistas costumbres desdeñando con
descarada arrogancia adaptarse a nuestras leyes constituidas? Este no es el
camino que nos lleve a disfrutar y compartir una convivencia social cercana
armónica y duradera. Estos epígrafes son los que debe solucionar nuestros
“leales representantes” o el adecuado corrector de nuestros próximos votos.
Fernando naranjo duran
3-4-2018
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