Toros de Victorino Martín:
Ferrera. Escribano y Emilio
de Justo.
Bajo el añil de aquel cielo
y aquel sol tan maestrante,
hubo destellos fragantes
que conquistadores fueron,
oriundos de pardo suelo
nacidos para extasiar
y alberos colonizar
al paso de sus caireles,
sin facturar oropeles
allende ruborizar.
Como Francisco Pizarro,
y aquel bravo Hernán Cortés;
con un torero desgarro
al público puso en pie.
Uno fue de grana y oro
para poderle a sus toros.
El otro de catafalco
y cacereños decoros
hechizaron a su modo
a un tendido estupefacto.
Y a fe, que aquella corrida
del hierro de Albaserrada
no me gustó para nada:
para mí, descolorida,
y un tanto descafeinada.
Se apagaron sus motores
¿y no escuché los rumores
de aquel público entendido?
Será que algunos errores
apagan finos licores,
por feria, y punto y seguido.
Cuando la madurez de arte
y bragueta, se reúnen;
se depura y se resume
y el tendido lo comparte.
Misión, la de ilusionarte,
que hasta el burel lo
agradece.
y el aire más resplandece
cuando el toreo es de calma;
ese que sale del alma
y en espiral más se crece.
El que ejecuta Ferrera
medido y acompasado,
ese oficio depurado
que no lo oficia cualquiera;
menta limón y canela
que en buena lid arrebata,
de grana y oro delata
la firmeza y la textura
que acompaña su figura
y hoy mi aurora” lo destaca.
Lo mismo que al cacereño
de gusto tan refinado
que hoy de frente ha
demostrado
que a su modular pastueño
no le asustan buidos leños
pues con relajo conduce;
y una amalgama produce
su aureola postinera.
¡Óle esas bellas maneras
que en tu toreo relucen!
Fernando naranjo duran
5-5-2019
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