lunes, 19 de febrero de 2018

De Safari por Olivenza.





                 De Safari por Olivenza.

                  (Miscelánea panorámica)

Si. No se asusten, que todo va del glamour que ahora tanto se estila en esos multitudinarios saraos con que se arropa nuestra querida Olivenza, “manuelina” regia y castellana: extremeña y un tanto andaluza, de amalgamada pigmentación la hace amable solidaria, de gentileza provinciana y castiza.  Puerta natural de la Janda extremeña, donde la encina es la reina y el alcornoque en sus alcores sirven pleitesías al Toro, -justo Rey-  de esta tierra, que junto al cochino ibérico son los señores de un extremo Edén enamorado.

El que debe andar acicalándose para sus puntuales y acreditados festejos taurinos, cuando llama a sus puertas la primavera: pasando solo unos días se abrirán a la vorágine consumidora del primer plato fuerte de la temporada taurina en la España del clavel y la peineta. Que para la ocasión vestirá ropa de camuflaje como aquel que va de Safari, ataviados con sombreros de ‘Indiana Jones’ botas y pantalón de pana, con chalecos sin cananas y vaso largo en la diestra; por si cae alguna paloma de rubias mechas, y oscuras mallas que envuelvan exuberantes maduras y caderas erguida sobre -tacones cercanos- dispuestos a encaramarse a esta arriscada y populosa placita que en estas fechas se autonombra en torera y oliventina Maestranza, para envidia nacional.

Olivenza es un clamor antes y después de sus corridas de toros, ya no es aquella que me esperaba en sus fiestas tradicionales junto a sus castizos paseos del centro urbano, donde el  `aguaducho’ del “Pringue” y el bar del “Casu” pues ganando terreno el tiempo, fui yo perdiendo el espacio, reculando con mi antiguo negocio de “auto-choques” hacia las afueras por políticas quimeras, las que siempre solía perder, reconociendo en buena lid, la necesidad de progreso de aquella nueva era “apadrinada”  por una irreal democracia que para la ocasión abanderara un carismático y rojillo alcalde, que al final fuimos amigos; como tantos otros oliventinos que llegué a tratar, afables  colaboradores, que de citarlos aquí ocuparían un folio entero -solo con sus nombres- obviando eso sí, las vivencias compartidas.


Confieso-me enamorado de esta ciudad que siempre supo engatusarme con sus armas de mujer cada vez que llegan estas fechas suelo (a mi manera) dedicarle lo mejor que supe guardar para requebrarla como ella merece y  dedicarle alguna que otra reprimenda dado el cariño que le profeso, sintiéndola un tanto “mía” (Más, no sea yo interpretado como un vulgar “machista” palabreja en boga por asociaciones emparentadas con la progresía) y complementada por el cruel comportamiento del bandidaje hombruno al uso y disfrute de sus acciones de acoso y derribo al sufrido género femenino; que como saben mis lectores son el eje principal de mis historias escritas.

Olivenza se convierte en estos días en la Venecia seductora y mercader, (pero alejada del Adriatico) Campesina sin par, coqueta se acicala para ofrecer lo mejor de sí, amparando a comerciantes y foráneos de todo género, entre los que no puedan faltar como en toda concentración masiva y consumista, bufones, titirimundis, sátiros, maricas, santones, trileros, progres, borrachos y matones, camuflados ¿o con pancartas al viento? Toda una amalgama que a Olivenza la transforma en mundana y cosmopolita. Musa consecuente durante estos días de Toros, de gran parte de aficionados a la Fiesta Nacional;  convecinos y ancestros de la vieja Portugal, y una parte de la burguesía nacional y allende los pirineos: que tanto fuste da a la impecable y recomendada ciudad en su -fiesta del Toro-

Olivenza, presa fácil a ser manipulada por la diestra del consumismo y sus conjuntos -a lo Carpanta- engullir con autorizaciones cuantas  suculencias haya al detal, sin entrar en ambigüedades conocidas por la sociedad de hoy, solo trataré de apuntar como viejo abonado a la fiesta de toros, el descarado camelo propagandístico de este tradicional evento para supina y maltratada concurrencia que colabora religiosamente con los festejos.

Tan arriscada placita, no reúne en su inmueble infraestructuras fiables para lidiar una corrida acorde con el boato con que se anuncia a bombo y platillo. No suele saltar el toro serio, y solo becerrotes o corridas terciadas que sirvieron de trampolín a la temporada para noveles o a figuras de otras épocas permitiendo les  (momentáneamente) salir del ostracismo natural del paso del tiempo  buscando unos escasos e ingratos momentos de gloria,  hurtándole un puesto a jóvenes emergentes que se quedaron sin esa oportunidad en tan acreditada fecha, que  bien pudiera ofrecer la empresa.


Como antiguo “alpinista” de empinados tendidos de Sol y Sombra, quiero exponer que tampoco reúne esta plaza la seguridad aconsejada ni la mínima y necesaria comodidad de unos asientos que en algunos casos no alcanzan un peralte máximo de 25 o 30 centímetros siendo imposible el levantarse una persona adulta en los intervalos que ofrecen la lidia entre toro y otro, así como acceder en las tremendas aglomeraciones que se dan en ese apretado fin de semana cuando al caer la noche sobre ella, carente de elemental alumbrado y peligrosa y temeraria  se convierte a la salida en travesía tal al Cabo de hornos.


 Amén del precio de sus entradas que lo hacen más que imposible llegando a ser más caras que en las Ventas del Espíritu Santo y nuestra Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Alquilando sus tendidos de Sol en 40€  y de sombra 65€ y las gradas  50€  amén de una barrera de sombra 100 € y  de  Sol 50€ todo esto me parece un despropósito y una falta de respeto a los que dejamos nuestra ilusión en esos eventos, donde los verdaderos anti-taurinos suelen ser los de casa, aglomerados en el callejón con la clase política de hoy; puesto que esos descamisados activistas que suelen saltar al ruedo o manifestarse insultando a los que decidimos asistir, solo son unos soldados de fortuna que no saben ni para donde tienen que disparar..

Más, a pesar de todo, por mí expresado, siempre estaré dispuesto a ensalzar a nuestra querida Olivenza y a la noble causa de todo hombre que vestido de torero se deja el alma y a veces su sangre para seguir siendo el símbolo de la hombría del conquistador español, a pesar de esas amaneradas corrientes que ahora soplan contrarias. Ahh y lo del Safari era una metáfora, ya que en estos saraos se suelen amancebar diversas especies aun sin catalogar, y ellas mismas se van eliminado necesaria y paulatinamente por aquello, de reciclarse o morir.

Fernando naranjo duran

19-2-2018






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