De Safari por Olivenza.
(Miscelánea panorámica)
Si. No se asusten, que todo va del glamour que ahora tanto
se estila en esos multitudinarios saraos con que se arropa nuestra querida
Olivenza, “manuelina” regia y castellana: extremeña y un tanto andaluza, de
amalgamada pigmentación la hace amable solidaria, de gentileza provinciana y
castiza. Puerta natural de la Janda
extremeña, donde la encina es la reina y el alcornoque en sus alcores sirven
pleitesías al Toro, -justo Rey- de esta
tierra, que junto al cochino ibérico son los señores de un extremo Edén
enamorado.
El que debe andar acicalándose para sus puntuales y
acreditados festejos taurinos, cuando llama a sus puertas la primavera: pasando
solo unos días se abrirán a la vorágine consumidora del primer plato fuerte de
la temporada taurina en la España del clavel y la peineta. Que para la ocasión
vestirá ropa de camuflaje como aquel que va de Safari, ataviados con sombreros
de ‘Indiana Jones’ botas y pantalón de pana, con chalecos sin cananas y vaso
largo en la diestra; por si cae alguna paloma de rubias mechas, y oscuras
mallas que envuelvan exuberantes maduras y caderas erguida sobre -tacones
cercanos- dispuestos a encaramarse a esta arriscada y populosa placita que en
estas fechas se autonombra en torera y oliventina Maestranza, para envidia
nacional.
Olivenza es un clamor antes y después de sus corridas de
toros, ya no es aquella que me esperaba en sus fiestas tradicionales junto a
sus castizos paseos del centro urbano, donde el
`aguaducho’ del “Pringue” y el bar del “Casu” pues ganando terreno el
tiempo, fui yo perdiendo el espacio, reculando con mi antiguo negocio de
“auto-choques” hacia las afueras por políticas quimeras, las que siempre solía
perder, reconociendo en buena lid, la necesidad de progreso de aquella nueva
era “apadrinada” por una irreal democracia
que para la ocasión abanderara un carismático y rojillo alcalde, que al final
fuimos amigos; como tantos otros oliventinos que llegué a tratar, afables colaboradores, que de citarlos aquí ocuparían
un folio entero -solo con sus nombres- obviando eso sí, las vivencias
compartidas.
Confieso-me enamorado de esta ciudad que siempre supo
engatusarme con sus armas de mujer cada vez que llegan estas fechas suelo (a mi
manera) dedicarle lo mejor que supe guardar para requebrarla como ella merece
y dedicarle alguna que otra reprimenda
dado el cariño que le profeso, sintiéndola un tanto “mía” (Más, no sea yo
interpretado como un vulgar “machista” palabreja en boga por asociaciones
emparentadas con la progresía) y complementada por el cruel comportamiento del bandidaje
hombruno al uso y disfrute de sus acciones de acoso y derribo al sufrido género
femenino; que como saben mis lectores son el eje principal de mis historias
escritas.
Olivenza se convierte en estos días en la Venecia seductora
y mercader, (pero alejada del Adriatico) Campesina sin par, coqueta se acicala
para ofrecer lo mejor de sí, amparando a comerciantes y foráneos de todo
género, entre los que no puedan faltar como en toda concentración masiva y
consumista, bufones, titirimundis, sátiros, maricas, santones, trileros,
progres, borrachos y matones, camuflados ¿o con pancartas al viento? Toda una
amalgama que a Olivenza la transforma en mundana y cosmopolita. Musa
consecuente durante estos días de Toros, de gran parte de aficionados a la
Fiesta Nacional; convecinos y ancestros
de la vieja Portugal, y una parte de la burguesía nacional y allende los
pirineos: que tanto fuste da a la impecable y recomendada ciudad en su -fiesta
del Toro-
Olivenza, presa fácil a ser manipulada por la diestra del consumismo
y sus conjuntos -a lo Carpanta- engullir con autorizaciones cuantas suculencias haya al detal, sin entrar en
ambigüedades conocidas por la sociedad de hoy, solo trataré de apuntar como
viejo abonado a la fiesta de toros, el descarado camelo propagandístico de este
tradicional evento para supina y maltratada concurrencia que colabora
religiosamente con los festejos.
Tan arriscada placita, no reúne en su inmueble
infraestructuras fiables para lidiar una corrida acorde con el boato con que se
anuncia a bombo y platillo. No suele saltar el toro serio, y solo becerrotes o
corridas terciadas que sirvieron de trampolín a la temporada para noveles o a
figuras de otras épocas permitiendo les
(momentáneamente) salir del ostracismo natural del paso del tiempo buscando unos escasos e ingratos momentos de
gloria, hurtándole un puesto a jóvenes
emergentes que se quedaron sin esa oportunidad en tan acreditada fecha, que bien pudiera ofrecer la empresa.
Como antiguo “alpinista” de empinados tendidos de Sol y Sombra,
quiero exponer que tampoco reúne esta plaza la seguridad aconsejada ni la
mínima y necesaria comodidad de unos asientos que en algunos casos no alcanzan
un peralte máximo de 25 o 30 centímetros siendo imposible el levantarse una
persona adulta en los intervalos que ofrecen la lidia entre toro y otro, así
como acceder en las tremendas aglomeraciones que se dan en ese apretado fin de
semana cuando al caer la noche sobre ella, carente de elemental alumbrado y
peligrosa y temeraria se convierte a la
salida en travesía tal al Cabo de hornos.
Amén del precio de
sus entradas que lo hacen más que imposible llegando a ser más caras que en las
Ventas del Espíritu Santo y nuestra Real Maestranza de Caballería de Sevilla.
Alquilando sus tendidos de Sol en 40€ y
de sombra 65€ y las gradas 50€ amén de una barrera de sombra 100 € y de Sol
50€ todo esto me parece un despropósito y una falta de respeto a los que
dejamos nuestra ilusión en esos eventos, donde los verdaderos anti-taurinos
suelen ser los de casa, aglomerados en el callejón con la clase política de
hoy; puesto que esos descamisados activistas que suelen saltar al ruedo o
manifestarse insultando a los que decidimos asistir, solo son unos soldados de
fortuna que no saben ni para donde tienen que disparar..
Más, a pesar de todo, por mí expresado, siempre estaré
dispuesto a ensalzar a nuestra querida Olivenza y a la noble causa de todo
hombre que vestido de torero se deja el alma y a veces su sangre para seguir
siendo el símbolo de la hombría del conquistador español, a pesar de esas
amaneradas corrientes que ahora soplan contrarias. Ahh y lo del Safari era una
metáfora, ya que en estos saraos se suelen amancebar diversas especies aun sin
catalogar, y ellas mismas se van eliminado necesaria y paulatinamente por
aquello, de reciclarse o morir.
Fernando naranjo duran
19-2-2018
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