Al
Arcángel de la Puebla
Para
volver a estas páginas, me enfundaré en
aquel antiguo caminante que fui,
que de ensoñación peregrina recorriera los
Cosos de la vieja España, investida su alma de apasionada vehemencia que alternó
como -corresponsal-poético- tarde a
tarde en pos de aquel joven torero, al
que propuso como “Arcángel de la Puebla”
Nada más acertado para aquella emergente
y poderosa figura, afianzada hoy en el
toreo actual¡, que aun martillean en mis
oídos y retumban en mi pecho, aquellos zambombazos
que atronaron en el verano del 2008 cuando los albores toreros de nuestro arcángel
teñían el rosicler de las tardes toreras
de este bicéfalo país con su luz propia.
¡Había
nacido una estrella en el firmamento taurino, Miguel Ángel Perera para dar sobriedad valor y prestancia a esta
región extremeña antes tan escasa de
barbianes toreros; parturienta ahora en su más extensa gama de estilos que hacen
a las otras regiones -antes prolíficas- sonrojarse
hoy día ante ella, ahora plena de en esplendores, y esto me hiciera recordar a
mi progenitor en sus sabios consejos.
Él, que se preció en ser de los de “José y Juan” y después, de
Domingo Ortega: contaba de como éste hacía crujir a los toros, con solo su
poderoso percal, o aquel de la Isla de
San Fernando, el más puro en todas las suertes, Rafael Ortega: y más tarde, otro,
al que no llegó a conocer lamentablemente: Paco Ojeda, un quincallero de Sanlúcar de Barrameda al que llamaban “el latero” Pero si lo llegó a conocer mi primo
Fernando -también Naranjo- que fuera su fiel
seguidor. Los míos, mi gente siempre fue de los toreros poderosos, esos que
pueden a todos los toros, los que cimentaron las torres del toreo eterno, cual Columnas
de Hércules.
Siempre
dos polos en el paralelo. Raíces incandescentes. Dos líneas que allá, a los lejos vibran y convergen
suspendidas sobre el espacio de un rubio anillo encendido por la mecha del sol
que prende fuego a las sombras, y miles de gargantas, que lo nombran y escapan desde el tendido corriendo
de boca en boca contagiando este planeta
en esféricas aristas, al rebufo de lo
jondo, donde surge la pureza del momento y emerge pronto el artista; como el
cantar del sembrador. ¡Sudor y lágrimas,
esfuerzo y miedos!
Como
el bufo don Tancredo en confusa variante, ¡La pañosa es por delante! Encelando furias y girando a ritmo lento. Dos astas,
cual puñaladas silban buscando el brillo repujado de seda y oros, burlan,
burlando al burel; con cuajo y años sobrecogan asambleas y al púlpito que gobierna
sobre rugientes escaños.
No
se borran fácilmente los recuerdos significativos que ocurren a tú alrededor:
José Morán, “Moraito del Casino” amigo y serio aficionado, fuel el primero en hablarme
sobre este alumno de la escuela del patronato taurino de Badajoz, al que vimos
juntos en Villafranca de los Barros, y allí nos dejó ver su autoridad
intrínseca ante la cara de aquellos becerrotes, con los que estuvo serio, profundo,
valeroso, medido y responsable. Toda una tesis de razones geométricas para
fundamentar la verdad del toreo. Lo demás,
vino después: tarde, a tarde, paso, a paso, verso a verso, de faena tras faena,
regando valor y torerías por toda nuestra piel de toro.
El “arcángel de la puebla” el trampolín que hizo
debutar a esta pluma de alma veterana y corazón sin pliegues rompiendo las
tinieblas de la timidez, que se acorazó tras aquel diario digital “El burladero”
cómo “de jabugo y oros” para luchar entre las huestes, de caballeros de “la
taurina redonda” por el buen nombre de este extremeño torero que diera buena
parte de su sangre en aquella temporada sin fin. ¿Cómo olvidarla? si en ella no
tuvo un rival acorde con sus reaños.
Su
fe, de excedente poderío sometió a tantos toros, que hizo a esta pluma
embadurnar cientos de folios en pos de su toreo macho, dispuesto a dejarse
matar todas las tardes, ante justicieras asambleas sedientas de emoción en una
tarde de toros –a la española- la que paulatina, e incomprensiblemente está
diciendo adiós, para dar paso al toreo de salón, al toreo de pasarela y “Pret a
porté” intentando dar al traste con nuestra fiesta.
Corren
vientos ambiguos y timoratos que solo mueven barquitas en “amorosos” paseos a
remos. ¿Dónde las galernas del poderío y la bravura? ¿Que,
como una campana de enmohecida melena, escapa del campanario en garbosa Aria
torera? Resoplarán de nuevo los trombones de las Walkirias y asumiré la batuta para
que el coro de Peregrinos, del más excelso Thanausser vuelvan a ser sus palmeros.
Y volverán las ceñidas faenas de nuestro arcángel guerrillero sobre rubios
anillos “nibelungos” y todo renacerá (Según los Brincos) volverá el toro serio,
ese que no se acepta por algunos del escalafón, y que mortal de necesidad
devolverá el rigor y el cetro a quien corresponde, por embroquetada soberanía: a
nuestro arcángel, cual Tenor, de rojas tierras de barros, esos sus timbrados
arrojos wagnerianos arribarán de costa a costa, al Piamonte y a la Toscana y en
su rigurosa franela resaltarán las corcheas más sublimes, jamás escritas para
apoteosis finales en los atardeceres de nuestra fiesta de toros…
Fernando naranjo duran
Arcángel de la Puebla
¿Quién
hizo al nombre, erudito?
¡El
mismo arcángel de la Puebla!
Aunque
alguien se lo haya escrito,
quien
supo hacerlo, infinito,
por
los alberos de España
regando
su sangre noble
sobre
alberos de primera?
Qué
rayo en su primavera
lo
fundió en el viejo oficio?
Quien
supo de sacrificios
ante
sus caras rizadas
furia
en gubias encorvadas
por
el destino divino?
Curvaturas
del camino
que
se presta soñoliento
a
tempestades con vientos
por
el amor a los toros.
¿Y
quién le siguió de cerca
con
rima y sin aspavientos
si
no, De Jabugo y oros?...
-En San Luis de Potosí-
Mi pluma siempre
por ti,
y tu arrogante
franela
estuvo de
centinela,
y empujó con
frenesí
lo mismo dio en
Potosí
que en una plaza
de carros!
Si defines con
desgarros
con poder y sin
desgana,
su tinta será
tangana,
desde tu tierra de
Barros!
Fernando naranjo
21-9-2010
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