Uno podría tener material de primera mano a cada rato, ha
cada día y cada noche al ir en busca de mí apreciada horizontalidad, puesto que
se van desencadenado situaciones por doquier para cualquier erudito de las
efemérides que no dejan a nadie indiferente. Hoy hemos presenciado la última de
San Isidro en las Ventas, en que se anunciaban a bombo y platillo el broche final con toda una corrida de MIURA
en la que se acartelaba el matador Dávila Miura, ingeniero o el licenciado en leyes, que ahora
no recuerdo (según el amigo Enrique ‘el
bolo’ ) que a su vez lo es y mucho de
este torero sevillano, que tuvo la ilusión y la decencia de despedirse con una
corrida de la casa, la que se lidia en
la ciudad del Oso y el Madroño hace no sé cuántos años.
Hasta ahí, podríamos contar sin tener que omitir detalles,
pero como los detalles se suceden en cadena, tampoco es para ir
escamoteándolos, puesto que estamos según dicen algunos en pleno derecho
democrático para dar nuestra opinión. Como
también acogernos aquello de “división de opiniones” que tanto se
estilaba cuando yo tan solo era un párvulo zagal de otra época.
No entraré en cuanto cobra la familia Miura por este saldo
que trajo hoy a Las Ventas, (y sin derecho a dos de repuestos) O sea dos ejemplares más como ‘remiendo de
sobreros” en este epígrafe el que por mi
fuera siempre obviado, como lo del zarzuelero “Barbero” de Lavapiés o aquel algo más lírico “El barbero
de Sevilla” o sea que yo me tomo el café de espaldas con todos estos enjuagues
del taurino de profesión, como de los ‘holligans’ del taurineo en activo. Nada
me importa de tales asuntos. Pero sí aquello de que las corridas se caigan por
su propio peso sin apenas tener que intervenir el cuerpo de los “caballeros
pardos” ¡No hay derecho!
Me parece una falta de respeto hacia todo aquel que pasa por
taquilla (algunos esperando ver como
seis leones se comen a tres cristianos)
o aquellos que siguen embobados tras la leyenda de Linares y tantos
otros puntos donde perecieron corneados un ramillete de nuestra valiente
torería que regaron con sangre nuestras ardientes arenas en tardes de sombra y
sol. O sea que de Miura hoy ni hablar, ya Rafaelillo le cogió un pitón al
cuarto, poniendo en entre dicho aquellas famosas frases de la seña Gabriela, como la del ganadero que
se sentía orgulloso de que a sus toros nadie le tomaba un pitón. ¡Qué cosas
señor!
Este “restillo” que
saltó por breves momentos a la arena venteña, más parecieron zancudas y jóvenes
jirafitas de ‘pezuña abierta’ por cómo movían sus trenes delanteros y traseros de
un tercio a otro, con cara de niños y sin remarte alguno solo ese al que el
murciano tomaba su pitón. Qué cosas dios mío y así no pudo el torero de la casa
tener la honrilla de finiquitar a dos de su temida casta Cabrera. Rafaelillo
como siempre dando de si su corta talla física para hacerse grande ante estas
bueyadas de turno, puesto que es donde él se encuentra, como hoy derrochando
aparte del valor, el gusto tesonero que atesora. Rubén Pinar pasó también de
puntillas por este evento mal enjaretado que acabó con un buen Ventorrillo en manos de Dávila Miura que aunque no tenga ni
pizca de esa gracia pajolera que siempre se atribuyera a los nacidos a orillas
del Betis, si anduvo con aseo campero sobre este anillo venteño.
Creo que esto de criticar no es lo mío, pero en algo tengo
que entretener esta longeva actitud que no me deja parar quieto ¿No sé si lo
hice bien pero me ha salido de carrerilla y esto me emociona a mí mismo sin
tener que sacar boletos de “balconcillo”. Bueno solo quería ser atento con la
gente seria y nada más, y no sé si emplazarles para este fin de semana que aún
quedan tres festejos en las Ventas y alguno de relumbrón.
Esta crónica se la dedico
a un ramillete de amigos y coetáneos que vemos cada tarde desde el mismo tendido, las mismas
cosas.. Desde el platillo de mi mesa de trabajo ¡Va por ellos!..
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