domingo, 2 de julio de 2017

-Cuando la feria termina.




Si, cuando la feria termina; es hora de hacer balances de lo vivido en su trayectoria a lo largo de dos fines de semana. Donde la ciudadanía pacense entregada acudió con fidelidad a disfrutar de sus tradicionales  ferias y  fiestas de San Juan; dándose cita a niños y mayores sin reparos, porque de  -reclutas con niñeras- bastante habíamos hablado. A causa del modernismo otrora los jóvenes  lucieron con orgullo sus uniformes “Kakis”  reglamentarios como servidores de la Patria, gentiles acompañantes de chicas del servicio doméstico, que tampoco lucen hoy neoclásicos  uniformes de paseo, quizás por haber perdido las partes contratantes su economía, o el declinar en favor del orgullo y la supuesta igualdad, añejas costumbres de la ética en el vestir.

¿Cuántas cosas se han perdido y cuántas cosas hemos ganado? En los recintos feriales hemos ganado calidad y seguridad de las atracciones que hoy pululan este país de quijotes y sanchos, persistiendo ese espíritu nuestro de querer ser los mejores a toda costa, haciendo inhumanos esfuerzos por poseer las más sofisticadas y atrevidas atracciones para ofrecerlas  con orgullo al público que nos visita. Pero hemos perdido la dignidad un poco todos. Puestos analizar. La desgana y aparente apatía con que inhiben la responsabilidad  las municipalidades actuantes, cuyo celo parece brillar por su ausencia. La feria de Badajoz no consigue una loable personalidad por cuanto a su estructura, nada modélica, inmersa en un anodino trazado obviando las armonías simétricas posibles; mutiladas por alguna razón incoherente e inadmisible, que nos hace sospechar el poco celo profesional de los “aparejadores y maestros de la Villa”, que junto a los delegados para tal fin dejan a los sufridos y honrados profesionales de la feria  a los pies de los caballos troyanos.

¿Cómo es posible? El incoherente y deslucido -amontonamiento clasificatorio- en los diversos géneros de atracciones, en este Real, desorientando así al público que nos visita, no yendo embebido en el hilo de la fantasía del mayor espectáculo que viaja por el mundo. Y de colofón ese brutal bombardeo acústico de miles de watios, cuyos decibelios, sean capaces de cambiar nuestras propias lenguas, atentando contra la salud  pública con el  nefasto deterioro de nuestros propios y leales intereses. -Mortificación- a la sufrida audiencia que asiste con beneplácito a tan efímera cita, sustento de nuestra industria ambulante.
La feria de Badajoz inmersa en la inexorable masificación es agredida dentro de un paisaje quimérico y utópico, que ya debieran los ayuntamientos ser más participativos en esta clase de epígrafes para el bien de la ciudadanía y de todos los profesionales en general.

Fernando naranjo duran


-jubilado de este noble y sufrido oficio; y ‘decano’ de una centenaria familia de la Feria-

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