Después de ti,
nada. –
(a mi hijo
Alfredo)
En mis retinas
tus verdes
y tú cielo azul
purísima
la aloja mi
esperanza,
donde María
Santísima,
prodiga tanta
bonanza.
Y aunque la
mano del hombre
se haya
propuesto quemarte,
y afearte entre
cenizas,
resurges con
todo el arte,
tú, mi sierra,
no agonizas.
Eres el pulmón
del sur
y mi cuna
fuiste siempre;
la brisa de mi
salud
mi madre, y mi
novia, tú,
desde aquel
seis de noviembre.
Acicálate en otoño
con sus colores
quebrados;
donde festejan
madroños
sus ciclos de
nueva vida,
de ti tan
enamorados.
Y aunque yo no
pueda verte
se me alegran
las entrañas,
pues imagino tenerte
y saber que
pronto ofreces
gurumelos y
castañas.
Que orgullo es
ser de tu esencia
natural,
querida mía.
Alimentas mi
conciencia,
como templas mi
impaciencia,
mi nobleza, y
mi osadía.
Fernando
naranjo duran
16/09/2020.
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