lunes, 15 de febrero de 2021

Acentos.-

 

Acentos.-

Olivenza.“Las Noras” Piris. Todos con un fuerte acento se ganaron a pulso respectivas tildes que desde mi habitual observación ambulante les otorga criterios por derecho propio. Olivenza en su escorado y nostálgico lugar a  sur suroeste de esta provincia extrema, es sin duda una ciudad con un carisma especial, pues antes de ser de España ya lo fue de Portugal.

Olivenza es un núcleo ciudadano amable, comunicativo, y por tanto cercano. En sus calles y recoletas plazuelas  se chamuya un acento singular y muy mundano. Por tanto, no sabes si estuvieras en alguna ciudad de México o en la inmediata Andalucía, o saboreando el aroma de un café con asoleadas soñolencias allende la Lisboa antigua y señorial. Último refugio y baluarte del caché europeo. Olivenza conserva y expone ese batiburrillo parlante tan suyo, acentuado y sincero, campesino y coloquial.

Olivenza es puerta ganadera de la ‘Janda extremeña’ de bravo, que  entre alcornoques y encinas es dueña y señora de un microclima que busca aromas fluviales hacia el sur, bogando paralelo el Guadiana hacia donde éste afana su destino atlántico para hacerse universal. En estos andenes ya próximos al confín de Sierra Morena es habitad ideal del ganado bravo y el cochino Ibérico por excelencias, donde se asentaron desde siempre, hierros ganaderos de fuste y postín.

Sobre el sendero que nos conduce al sur, dirección  Alconchel se encuentra el sencillo y austero cortijo, emblema de esta noble y sencilla familia de Bernardino Piriz  “Las Noras” donde  su Sr Padre, don Bernardino Piriz Carballo, tuvo a bien fundar y grabar a fuego su acento de ganadero antiguo sobre esta ganadería allá en los años cincuenta con reses  Cunhal Patricio: sangre de Tamarón  en su origen Parladé.  Entipados; bajos y reunidos, bonitos  de cara; con los que hicieran soñar el toreo  de otro tiempo a figuras de la talla de Manolo Vázquez, Ángel Teruel, Curro Romero, Manzanares padre; Luis Reina;  Enrique Ponce,  Antoñito Ferrera; y un sinfín  de toreros que pasaron por esta seria y honesta finca de bravo en donde fueron atendidos con toda gentileza, todo aquel aficionado que pasara por allí, como es el caso de este, su servidor que ahora esto suscribe.

Mi relación de amistad con esta familia se remonta a los años sesenta; que  en mi calidad de industrial feriante asistía a las ferias de Olivenza con mis autos de choques, y tuve entre aquella juvenil clientela, por afinidad a Juan Antonio Piriz  Borrallo; el primero de los hermanos con el que hice mi contacto de amistad. Aún  recuerdo tener colgada en el despacho de la taquilla de mi auto-choque aquella foto de un utrero, salpicao’ algo burraco, y entrepelao, de nombre “azucarero”  herrado en “Las Noras” y  obsequio de Juan Antonio Piriz; el que solía  darme compañía en aquellas tardes noches de feria oliventina ocupando  una butaca  contigua a la mía vendiendo fichas, para después ir conociendo al resto de su familia. Cipriano, Coque, Bernardino, como a sus hermanas y a su Sr, padre.

 Bernardino (hijo) y contemporáneo mío, cierto día de aquellas ferias agosteñas a las que solía acudir  con mis auto-choques,  tomando unas copas en el Casino de su Olivenza en un ambiente taurino de seria vitola, sabiéndome aficionado fue el que me animó a presenciar la novillada de aquella tarde, recomendándome asistir a la presentación en primicia de un jovencísimo novillero valenciano que se acartelaba como Enrique Ponce. Certera observación del ganadero; la que ahora se me antoja, fuera toda una premonición a lo grande, de lo que llegó a ser este magno torero.

 Con los Piriz Borrallo, siempre me uniera una sana amistad como la afición a los toros que mantuve con otros oliventinos ya fallecidos,  Jerónimo “Jero” gran aficionado y su hermano menor, el que expendía las entradas en la taquilla de la Plaza; o Antonio el de Pensilvania. Después a  Marceliano y Pablo Ortiz. Exquisitos aficionados de una época en que solíamos coincidir en festejos de su Olivenza y Zafra como en Almendralejo; Badajoz, Jerez de la Fra, y Feria de abril sevillana, ¿e incluso en agosto en la Malagueta?. Días de vino y rosas para aquella juventud vivida.

Podría seguir relatando gratas situaciones compartidas con personas de esta ciudad tan singular en donde tuve infinidad de relaciones, como el locuaz Manolo Juan, el antiguo “Droguero”  Luis Heredero;  el de “Cuatro Caminos” (Lugar de parada obligatoria  a la hora de copas y almuerzos) y un sinfín de personas y personajes tan castizos que diera esta bella ciudad de Olivenza. Como para escribir un “libro de viajes”.

  Hoy al decidirme escribir por el amigo ido, Bernardino Piriz Borrallo; este modesto artículo me inundan de nostalgia otros tiempos quizás mejores, aunque de fatigas por el duro trabajo que tuve como eterno trashumante, dedicado al noble oficio de ir de feria en feria buscando con honradez y espíritu de serio comerciante, atender mis atracciones. Hoy me siento muy satisfecho por el deber cumplido ante la ley de mis mayores, (los que me inculcaron mi afición al Toro) todos dedicados  al mismo trabajo, del que ahora ya jubilado ostento como tercera  generación ser el  ’decano’  de esta longeva y extensa  familia de feriantes.

Fernando naranjo duran

15-2/2016

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