domingo, 14 de enero de 2018

Al arcángel de la puebla...

Al  Arcángel de la Puebla

Para volver a estas páginas, me enfundaré en  aquel  antiguo caminante que fui, que de  ensoñación peregrina recorriera los Cosos de la vieja España, investida su alma de apasionada vehemencia que alternó como -corresponsal-poético-  tarde a tarde en pos de aquel joven  torero, al que propuso  como “Arcángel de la Puebla” Nada más acertado para aquella  emergente y  poderosa figura, afianzada hoy en el toreo actual¡, que aun martillean  en mis oídos y retumban  en mi pecho, aquellos  zambombazos  que atronaron en el verano del 2008  cuando los albores toreros de nuestro arcángel teñían  el rosicler de las tardes toreras de este bicéfalo país con su luz propia.

¡Había nacido una estrella en el firmamento taurino, Miguel Ángel Perera  para dar sobriedad valor y prestancia a esta región extremeña  antes tan escasa de barbianes toreros; parturienta ahora en su más extensa gama de estilos que hacen a las otras regiones -antes prolíficas-  sonrojarse hoy día ante ella, ahora plena de en esplendores, y esto me hiciera recordar a mi progenitor en sus sabios consejos.
 Él, que se preció  en ser de los de “José y Juan” y después, de Domingo Ortega: contaba de como éste hacía crujir a los toros, con solo su poderoso percal, o  aquel de la Isla de San Fernando, el más puro en todas las suertes, Rafael Ortega: y más tarde, otro, al que no llegó a conocer lamentablemente: Paco Ojeda, un quincallero  de Sanlúcar de Barrameda al que llamaban “el  latero” Pero si lo llegó a conocer mi primo Fernando  -también Naranjo- que fuera su fiel seguidor. Los míos, mi gente siempre fue de los toreros poderosos, esos que pueden a todos los toros, los que cimentaron las torres del toreo eterno, cual Columnas de Hércules.

Siempre dos polos en el paralelo. Raíces incandescentes.  Dos líneas que allá, a los lejos vibran y convergen suspendidas sobre el espacio de un rubio anillo encendido por la mecha del sol que prende fuego a las sombras, y miles de  gargantas, que  lo nombran y escapan desde el tendido corriendo  de boca en boca contagiando este planeta en esféricas aristas,  al rebufo de lo jondo, donde surge la pureza del momento y emerge pronto el artista; como el cantar  del sembrador. ¡Sudor y lágrimas, esfuerzo y miedos!

Como el bufo don Tancredo en confusa variante, ¡La pañosa es por delante!  Encelando    furias y girando a ritmo lento. Dos astas, cual puñaladas silban buscando el brillo repujado de seda y oros, burlan, burlando al burel; con cuajo  y  años  sobrecogan   asambleas y al púlpito  que gobierna  sobre rugientes  escaños.

No se borran fácilmente los recuerdos significativos que ocurren a tú alrededor: José Morán, “Moraito del Casino” amigo y serio aficionado, fuel el primero en hablarme sobre este alumno de la escuela del patronato taurino de Badajoz, al que vimos juntos en Villafranca de los Barros, y allí nos dejó ver su autoridad intrínseca ante la cara de aquellos becerrotes, con los que estuvo serio, profundo, valeroso, medido y responsable. Toda una tesis de razones geométricas para fundamentar la verdad del toreo.  Lo demás, vino después: tarde, a tarde, paso, a paso, verso a verso, de faena tras faena, regando valor y torerías por toda nuestra piel de toro.

 El “arcángel de la puebla” el trampolín que hizo debutar a esta pluma de alma veterana y corazón sin pliegues rompiendo las tinieblas de la timidez, que se acorazó tras aquel diario digital “El burladero” cómo “de jabugo y oros” para luchar entre las huestes, de caballeros de “la taurina redonda” por el buen nombre de este extremeño torero que diera buena parte de su sangre en aquella temporada sin fin. ¿Cómo olvidarla? si en ella no tuvo un rival acorde con sus reaños.

Su fe, de excedente poderío sometió a tantos toros, que hizo a esta pluma embadurnar cientos de folios en pos de su toreo macho, dispuesto a dejarse matar todas las tardes, ante justicieras asambleas sedientas de emoción en una tarde de toros –a la española- la que paulatina, e incomprensiblemente está diciendo adiós, para dar paso al toreo de salón, al toreo de pasarela y “Pret a porté” intentando dar al traste con nuestra fiesta.

Corren vientos ambiguos y timoratos que solo mueven barquitas en “amorosos” paseos a remos. ¿Dónde las galernas del poderío y la bravura?   ¿Que, como una campana de enmohecida melena, escapa del campanario en garbosa Aria torera? Resoplarán de nuevo los trombones de las Walkirias y asumiré la batuta para que el coro de Peregrinos, del más excelso Thanausser vuelvan a ser sus palmeros. Y volverán las ceñidas faenas de nuestro arcángel guerrillero sobre rubios anillos “nibelungos” y todo renacerá (Según los Brincos) volverá el toro serio, ese que no se acepta por algunos del escalafón, y que mortal de necesidad devolverá el rigor y el cetro a quien corresponde, por embroquetada soberanía: a nuestro arcángel, cual Tenor, de rojas tierras de barros, esos sus timbrados arrojos wagnerianos arribarán de costa a costa, al Piamonte y a la Toscana y en su rigurosa franela resaltarán las corcheas más sublimes, jamás escritas para apoteosis finales en los atardeceres de nuestra fiesta de toros…

 Fernando naranjo duran

Arcángel de la Puebla

¿Quién hizo al nombre, erudito?
¡El mismo arcángel de la Puebla!
Aunque alguien se lo haya escrito,
quien supo hacerlo, infinito,
por los alberos de España
regando su sangre noble
sobre alberos de primera?
Qué rayo en su primavera
lo fundió en el viejo oficio?
Quien supo de sacrificios
ante sus caras rizadas
furia en gubias encorvadas
por el destino divino?
Curvaturas del camino
que se presta soñoliento
a tempestades con vientos
por el amor a los toros.
¿Y quién le siguió de cerca
con rima y sin aspavientos
si no, De Jabugo y oros?...

-En   San Luis de Potosí-

Mi pluma siempre por ti,
y tu arrogante franela
estuvo de centinela,
y empujó con frenesí
lo mismo dio en Potosí
que en una plaza de carros!
Si defines con desgarros
con poder y sin desgana,
su tinta será tangana,
desde tu tierra de Barros!

Fernando naranjo

21-9-2010

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